¿El dinero da la felicidad?
Diría por supuesto que sí. Obvio que hay que sacar de la ecuación la salud. Eso no entiende de razas, ni clases, ni procedencia, ni condición. Si no tienes salud, la felicidad tiende a cero (en términos matemáticos). Pero dando por sentado una salud estable, el dinero ayuda muchísimo en la sociedad actual.
¿Es directamente proporcional (seguimos en términos matemáticos), a más dinero, más felicidad? Aquí diría que no. Y también entendiendo el NO en que hay un componente personal que aquí no estoy contemplando. Es decir, habrá gente que será inmensamente feliz con unos ingresos familiares de 50K euros al año, y habrá otras familias que con 500K serán tremendamente desgraciados.
Dicho esto, yo creo que llegar a un punto de confort (muy difícil de lograr hoy en día) donde puedes vivir en una casa “bonita” (subjetivo), tener un “buen coche” (subjetivo), darte caprichos con cierta frecuencia, puedes contratar alguien que cuide a tus peques cuando te vas de cena con tu pareja, irte de cena a sitios bonitos con amigos, o pegarte un viaje al año de los que te hacen de verdad ilusión. Tener aficiones que practiques… golf, pádel, esquí surf, montañismo… y poder hacer algún exceso de los que dices… wow, ¡me pasé y la tarjeta de crédito me arde! Pues yo creo que SI te da la felicidad.
El problema es que todo este confort es fruto del capitalismo feroz que vivimos. Hace 50 años esto no era así. Las generaciones anteriores tenían otras prioridades más básicas, basadas en la familia, basadas en la humildad y en la prudencia. Existían Bahamas y Maldivas, pero la gente se iba de viaje a Mallorca (el más afortunado), a Murcia, o a pasar unos días a su pueblo de Zamora donde había nacido. Quizá una vez hacían un viaje muy especial e iban a Roma o a París, a conocer una cosa totalmente diferente. Hoy, sin embargo, si tienes un finde libre y consigues un vuelo low cost, te vas a pasar 3 ó 4 días a Berlín o a Londres y forma parte casi de la normalidad.
Es habitual gastarse en un smartphone quinientos o mil euros y que lo lleve un adolescente que está rozando la mayoría de edad. Ese nivel de exposición al dinero supone estrés y desazón en las edades adultas.
Como casi todo en la vida, todas estas cuestiones suponen un lado bueno y uno malo. El bueno es que sin duda vivimos “mejor” que nuestras generaciones pasadas. Disfrutamos más la vida, disfrutamos más de cuestiones que no son vitales, pero si placenteras, y eso sin duda esta “guay”. La contrapartida es que somos esclavos de eso, y como decía al inicio del post, nos “obliga” a tener un nivel económico alto para poder tener esa felicidad superficial. Hay que educar y tener equilibrio mental para que esta vorágine no nos supere, ya que lejos de ir a mejor, va a peor. La figura del influencer (que son grandísimos ídolos juveniles y no tan juveniles), es una persona que ostenta un nivel económico y de confort muy alto. Asistiendo a grandes eventos, con grandes viajes, restaurantes chics, ropa estupenda, housetours, y maquillaje y fiestas y fitness y bailecitos simples. Tatuajes, aficiones caras y vida desenfadada. Diversión y fachada. Y eso que hoy se consume de manera ávida y viral, ¿es lo que van a querer nuestros adultos en 2035, en 2050? ¿Las nuevas generaciones van a querer ser Rocío Jurado o María Pombo? ¿Van a querer ser Pedro Duque o Ibai Llanos?
Me temo que estamos en un cocktail peligroso.